domingo, 2 de junio de 2013

ENSAYO

¿Cómo trabajar la enseñanza en la escuela y no pensar su intimidad? Mejor, ¿cómo pensarla y no traducirla en ideas que la tematicen?
Pienso que, plantearse un interrogante de este tipo y ponerse en la tarea de despejarlo, es, en otros términos, pretender asumir como propia la arista de la profesionalidad del oficio, o una de las aristas de ese particular universo de la identidad profesional de la docencia y los docentes.
Pero a ese primera pregunta, le pueden suceder otras de mayor complejidad: ¿Es posible pensar una ética de la labor docente?. ¿Lo que se hace en el trabajo docente, el producto de esta labor, merece ser tratada como objeto de estudio, de investigación por los maestros mismos?. En correspondencia, ¿deben existir unos espacios para compartir entre maestros y con otros profesionales, sobre tales investigaciones? Para efectos de hacer posible estas realizaciones, ¿los maestros deben plantearse unas reivindicaciones a conquistar, en razón a lo cual un interlocutor necesario a considerar es el Estado, el gobierno?
Todas estas cuestiones definen un ámbito especialmente significativo de la personalidad de los educadores como colectivo profesional.
En la medida en que los maestros, desde el pre-escolar hasta el nivel universitario, pasando por la básica primaria, secundaria y la media, hagan consciencia de este, su entorno profesional y, lo asuman, encarándolo de modo profundamente reflexivo y,  realizando sus competencias para apropiarse intelectualmente de tal campo como objeto de su pensamiento que con rigor conceptual, científico,  toma distancia de su engranaje operativo y su acontecer cotidiano.  En esa medida definen su rostro profesional, otorgándose unos hitos de identidad.
No dar cuenta de esa dimensión, que no brota de la mera espontaneidad, es quedar reducido como colectivo a una masa informe. Y el maestro en su individualidad, a un funcionario cualquiera a quien se le paga una remuneración por un operar laboral que lo enajena.
Llegado a este tramo, es pertinente aseverar que para portar una conciencia y estatus de profesional, no basta saberse titulado. Hay que labrarlo. Es una realización. Y en nada hay que asimilarlo a vida sindical del asalariado. No son opuestos. No se excluyen. Son diferentes. Tan diferentes,  que por lo general, el ser, la tradición de lo sindical no realiza la substancia de la profesionalidad; y cuando cree que sí lo hace sólo se ocupa de lo que podría llamarse el “salario digno” correspondiente al profesional.
Por la aptitud, y por la actitud, que no se limita a su ocuparse cotidiano en la clase, y que se extiende a su hacer frente a ese universo en el que trabaja, usted amigo docente, colega, ¿responde al ser del maestro profesional?  ¿Tiene identidad profesional? ¿Cuáles los frutos o productos o realizaciones que lo distinguen como un profesional o como un educador con profesionalidad?
 Usted podría aproximarse a su real condición si hace sostenible una respuesta elaborada que ponga de manifiesto sus realizaciones a lo largo del ejercicio de su trabajo en educación, entre otros aspectos develando su aptitud y su actitud con respecto a ese universo.
Intercambiar sus elaboraciones con sus iguales, pares o colegas, es uno de los rasgos de profesionalidad. Cuántas veces ha sido usted, ponente o sujeto de experiencias o investigaciones en congresos, encuentros, seminarios o simposios?
En la perspectiva planteada, huelga establecer si la práctica social de ejercicio de maestro es simplemente la de “reproductor” de discursos “ajenos” ni siquiera desmontados por el maestro en cuestión o,  si se inscribe en procesos generadores de conocimiento a partir de la puesta en marcha de proyectos que involucran fuentes diversas y campos de validez empírica, de los cuales, estudiantes y educador, son sujetos. 


Ramiro del Cristo Medina Pérez


Santiago de Tolú, mayo 31 -  2013